Mentiría si digo que recuerdo mi primer día de escuela. Ese día, exactamente ese día, no he logrado recordarlo. Lo que llegó después sí. Lo que llegó después ya es otra cosa… Cierro los ojos y todavía aparecen ante mí los rostros de casi todos mis primeros compañeros de aula; la maestra Malela, tan dulce y comprensiva desde siempre, dotada de algún súper-poder capaz de ayudarla a llamarnos a cada uno por nuestro nombre. Casi todos nombres raros, muchos puro invento, algo común por aquella época en la sociedad cubana… Años después Malela confesaría que nunca antes, ni después, tuvo tantos Yosvel, Yilan, Yuset, Yaima, Yoan, Yunier, Yaniuska, Yunior, Yoendry… juntos en una misma aula.
via Cubadebate http://www.cubadebate.cu/opinion/2013/09/01/septiembre/
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