Cuando se juega por placer la pelota entra en la sangre para no salir más y se convierte en una necesidad. Y como oficio también suele interiorizarse, por la carga de obligaciones que arrastra: dedicación plena, el hedonismo deportivo al extremo de sentir placer por el sacrificio y lo que es peor, las desgarraduras que puede acarrear la competencia entre los hombres por la subsistencia.
via Cubadebate http://www.cubadebate.cu/opinion/2013/10/06/el-buenazo-de-polo-hacia-la-leyenda/
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