Un buen tiempo atrás, cuando estudiaba la carrera de Periodismo en la Universidad de Oriente, me extasié desde la loma de Quintero ante el paisaje multicolor del atardecer en Santiago de Cuba. Mi compañero me susurró: “No sólo es lindo: debajo de cada una de esas luces hay una historia patria”. Esa es una imagen que no puedo borrar de la ciudad que me cobijó durante los años de mi carrera, en la que aprendí a seguir una conga, beber ron en un parque, amanecer en la orilla de la bahía o disfrutar de las lomas, especialmente de las de San Juan.
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