Ya desde sus días de la radio, Ernesto Daranas puso las cartas sobre la mesa: lo suyo era el drama y, a la par, recursos del melodrama, un género encaminado a obtener intensas reacciones emocionales en el receptor. Al igual que en Los dioses rotos, esos factores de exaltación dramática vuelven a estar en Conducta, aunque esta vez más remarcables en un guión perfectamente balanceado y que no oculta su intención de estremecer al espectador como vía expedita al razonamiento.
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