Seamos repugnantemente honestos: el juego hizo justicia. Eliminó al peor que lo había hecho, el de los lanzadores vapuleados y la defensa baja. Nos sacó del camino en Margarita para ver qué dirección tomamos en la encrucijada: de un lado hay un estanque; del otro esperan los maestros. Desde el cielo, a dos palmos de Lezama, Virgilio sigue recordándonos que “cualquier amor, / el más abrasador, / (…) tiene en su fondo hielo”.
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