A los 21 años era novio de Adriana y mi suegro, que trabajaba en un Pío-Pío, con frecuencia hacía alguna “donación” para que pudiéramos salir a algún lugar. La primera vez que invité a Adriana a un restaurante fue al Castillo de Jagua, en 23 y G, y a la hora de pagar no me alcanzó el dinero. Tuve que ir a buscar más en casa de los suegros y regresar a pagar lo que faltaba. ¡Tremenda pena pasé ese día!
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