Cuba conoce abriles tristes desde hace mucho tiempo. Sus enemigos se han ensañado más de una vez contra ella de manera despiadada y golpeándola en su lado más sensible: sus propios hijos. Por eso, cuando llega Abril, muchos hogares son invadidos por esa tristeza que no se nos va del todo y queda allí, como recuerdo doloroso y llaga incurable. Es la hora del recuento, la hora de extrañar a aquellos a los que una vez la mano criminal arrancó de nuestro lado para poblarnos de ausencia y hacernos más firmes todavía, más comprometido con nuestro terco peregrinar hacia un futuro mejor.
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